Pues sí, cierto, es una emergencia redistribuir la riqueza puesto que de otro modo la pobreza no tiene vuelta atrás, no basta con un sin fin de acciones si ninguna está encaminada a redistribuir la riqueza, tal vez llegáramos al estado de una pobreza global, una pobreza general, amparados en la caridad o el sostén de aquellos que disponen de riqueza, nada más lejos de un futuro de dignidad, libertad o justicia.
Redistribuir la riqueza pasa transversalmente por todas las acciones de gobierno, como una música placentera dando ánimo, esperanza y alegría a cada proyecto y a todos en conjunto. Sin duda la calidez de esta música necesita de la voz y la presencia de la ciudadanía, el gobierno es la voluntad de la ciudadanía y por tanto es un resultado de ella, no una casualidad organizativa del ser humano.
Cuando desde la acción de gobierno se favorecen impuestos progresivos sobre patrimonio e ingresos, también sobre beneficios y crecimiento económico, entonces estamos dando pasos en la redistribución de la riqueza. Y esos mismos pasos se han de mantener en el gasto, cuando una acción de gobierno está encaminada al bien común, la transparencia, la proporcionalidad, la consecución de objetivos comunitarios, sin hipotecar derechos ni libertades, sin excluir al débil ni al desfavorecido, entonces seguimos con esos pasos en la redistribución de la riqueza.
Y junto las acciones de gobierno, o a su lado, o en frente, deben estar las acciones de la ciudadanía animando, participando y reclamando esa redistribución de la riqueza, como un acto de supervivencia, solidaridad y de justicia, también como un acto de esperanza hacia un futuro común para la humanidad y nuestro planeta con armonía, dignidad y felicidad.